Reconocer que me muero de ganas por ver a alguien.
Verte como un imposible por miedo a equivocarme.
Perder el tiempo en palabras que no llevan a ningún sitio.
Sentir que ya no quiero saber nada de nadie.
Ver una única esperanza, pero no arriesgar para caer más bajo de lo que estoy.
Más bajo de lo que nunca he estado.
¿La culpa?
Resultó que un final fue el principio de mi final.
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