jueves, 9 de abril de 2015

Vives entre la espada y la pared, doblando esquinas que te pueden llevar a la gloria o a ningún lugar. Vives recordando cada paso en falso, cada tropiezo, cada movimiento que diste, vives recordando, pero sin dejar de avanzar. Vives atrapado en tu propia jaula, en la que tú decides donde están los barrotes que impiden tu libertad. Vives condenado por tu propia ley, la que decide por ti donde pueden empezar y donde acaban tus actos. Vives sonriendo por fuera lo que lloras por dentro, creando una armadura contra el pasado, coraza de hierro que a veces te puede llegar a pesar demasiado. Vives jugando una partida de ajedrez contra ti mismo, en la que constantemente te encuentras en jaque. Vives tratando de escapar de ti mismo, a veces creando oscuridad a tu alrededor, a veces iluminando tu camino. Vives luchando, porque sin saberlo sabes que es el camino.
No es lo mismo ser que estar, no es lo mismo irse o que te echen, ni tampoco es igual antes, que ahora o después. Por eso prefieres sentir que eres, antes que estar simplemente; prefieres irte antes de que te echen; y prefieres estar en lo que sucede ahora, en vez de pensar en lo que pasó y en lo que sucederá después.
Como decía Nietzsche, aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los cómos. Y curiosamente, vives porque sin querer o queriendo, sin saber porqué razón, con el tiempo vas resolviendo todos los cómos que se presentan en tu camino.
Es lo que me hace sentir vivo.

Es lo que me hace seguir luchando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario