+ ¿Qué sentía?
- Frío. Del que te hiela los huesos y te duele al respirar.
Aquel por el que callas, por el que no puedes reaccionar y te congela.
Pasaron horas perdidas, tiempo vacío que traté de rellenar inútilmente.
Lágrimas caían, unas tras otras, resbalando por mi cara marcando la senda de un río.
Y sin dudar, caí en la trampa que se me había tendido, por voluntad propia.
Me olvidé de mi mismo, me puse a prueba por algo sin futuro.
Una mala decisión que podía marcar el destino de una vida.
Me rompí en mil pedazos.
Caí durante días en lo más profundo, en los abismos de un pozo oscuro.
Hasta mis entrañas me insultaban, por no haber obedecido a la razón, dejando lugar a los impulsos.
Se rompieron mis sueños, mis alegrías y mis ganas de seguir.
A mi suerte...
+ ¿A qué era debido?
- Todo parecía malo
La conveniencia de la gente.
Esos que se fueron sin decir nada o que volvían con lágrimas de cocodrilo.
Y yo mismo, un monstruo.
Sin ver aquello que me había hecho sonreír hasta entonces, ciego de dolor.
Viviendo en un mundo apartado del de los demás.
+ ¿Cómo era ese mundo?
- Un mundo de locura.
La verdad se tergiversaba hasta el punto de dañar mi mente.
Eso quedó dentro de mí.
+ ¿No anda exagerando?
- Puede ser, como ya le dije, esa locura quedó dentro de mí desde que morí.
+ Pues yo le veo a usted bastante vivo para ser un muerto.
- Es cierto.
Llegué a morir para volver a nacer.
+ ¿Y cómo lo consiguió?
- Se lo dije antes también.
Quedé a mi suerte, y salió bien.
Suerte, esa que pensaba que ya no existía o que era inalcanzable.
+ ¿Qué clase de suerte?
- Suerte de abrir los ojos en el instante en que fallecí.
Mirar a mi lado y ver quien estaba allí conmigo.
Esos que sufrían a la vez que yo serían mi objeto de felicidad.
Y por nada en el mundo podría dejar que se hundieron ellos como yo.
+ Muy noble por su parte, pero puede que un día le fallen y quizás usted se vuelva a hundir.
- Por supuesto, no niego que quepa esa posibilidad.
Pero si no arriesgas no ganas.
Si todos tuvieramos miedo a hacernos daño, nos quedaríamos solos al final.
Y descubrí al despertar que hay personas especiales entre la multitud.
De esas que te dejan huella, por las que merece la pena luchar.
+ Comprendo, pero... ¿le hará eso feliz?
- La felicidad no es duradera, pero estoy seguro de que eso me hará sonreír.
De todas formas, no conozco a muchos muertos a los que le guste sonreír...
+ Joder, ¿usted está vivo o muerto?
- No lo sé.
¿Acaso se puede estar seguro al 100% de una cosa que no podemos conocer?
+ Cierto es... Su historia es similar a la mía, solo que no sé nada al respecto...
- No puedo asegurar nada, pero creo saber algo.
Somos la misma persona, usted mi mente loca haciéndome preguntas y yo su alma rota.
Pertenecemos a la misma persona, pero a la vez estamos tan separadas que no podemos hablar.
Y si lo conseguimos, al cabo del tiempo olvidamos nuestras conversaciones.
Como si tuvieramos memoria temporal, no las recordaremos de una ocasión a otra.
Por ello es que el hombre cae dos veces con la misma piedra.
+ Comprendo.
Se dice que de los errores se aprende...
Pero acabamos por pasar el uno del otro con la caída de las gotas de un reloj de arena.
Formamos parte de la misma persona, pero estamos condenados a no entendernos.
- Exacto.
+ Vale... ¿y cuándo olvidaremos?
- O bien cuando comprendamos o bien cuando nos descuidemos.
Tiene que suceder, más tarde o más temprano...
+ Ah...
- ...
+ ...
- ...
+ ¿Qué sentía?
- Frío. Del que te hiela los huesos y te duele al respirar...
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