Comenzaré dividiendo el año en dos grandes partes:
Los primeros tres meses fue, sinceramente, el peor tiempo que he llegado a tener. He hablado de él muchas veces, la mayoría de las entradas que más suelen gustar vienen de esa sensación de vacío que me entró. Me lo busqué supongo, me ilusioné por cosas (sobre todo por personas) que no debía. Lo pase mal en todos los sentidos, tuve que cambiar, intenté salir yo solo de la mierda pero no pude. Estaba perdido y no sabía como encontrarme, pero después de la tempestad viene la calma... De todas formas supongo que debo darle las gracias a los que me llevaron a todo eso, porque gracias a ellas al final he podido ayudar a más de una persona, pude aprender a valorar un buen gesto y saber lo que necesito. De todo lo malo se aprende, y yo aprendí mucho más de lo que pude haber aprendido en el anterior año, aprendí a abrir los ojos a tiempo.
Cada hora hiere, la última acaba con nosotros.
Al final del tercer mes, en el momento y el lugar más inesperado, pasó algo que me ayudó a reencontrarme poco a poco. Ese vacío que no se llenaba se fue rellenando, lentamente, gracias a alguien que llegó sin hacer ruido pero con mucha fuerza. ¿Le doy las gracias otra vez? Creo que no, ya sería muy pesado.
Hubo un día en el que exploté, se queda ahí para siempre, pero no, no estaba solo. Por eso de ahí en adelante tuve claro que tenía que hacer, donde iba a llegar y que sí, yo servía para algo.
Hay personas que llegan a tu vida y la ponen patas arriba, te cambian todas las cosas de sitio y tú te quedas mirando como lo hacen, porque sabes que va a ser distinto. Esa persona por la que te comes el orgullo, por la que te despiertas cada día y ves que no todo el color está perdido entre tanto gris. ¿Qué más me da lo que piensen? Sea como sea le debo más que a cualquier persona de aquí, aunque no la pueda ver. Vosotros podéis mirar a vuestro lado y ver a esa persona, yo no. Pero lo que me une a ella, por encima de todo, es gratitud por todo lo que ha hecho por mí. Eso no lo puede decir todo el mundo.
De ahí en adelante momentos que no podré olvidar fácilmente, no todo fue perfecto, pero sí mejor de lo que podría serlo en cualquier otro momento. Altibajos como cualquier persona tiene, pero ya las cosas solo podían ir a mejor después de todo.
Gracias a todas esas personas que me sacaron una sonrisa en este año, a aquellas que son verdaderamente especiales se lo diré. Hay que saber agradecer cuando alguien quita parte de su tiempo para intentar que tú estés bien. Muchas gracias.
No sé que viene de ahora en adelante. Como siempre, ¿quién sabe lo que pasará mañana?
Acabaré mal, volveré a sonreír, siempre igual, como todos los años. Irá por etapas mi vida, perderé a gente y vendrán nuevas personas a ella. Puede que no esté preparado para volver a lo que era antes, porque a la vista está que quedé muy frágil, que mis heridas no se cerraron del todo. No sé cuanto durará mi medicina, si aguantará ahí o se irá. Sin embargo, sé que debo sobrevivír aunque tenga que empezar otra vez de cero. Soy más fuerte de lo que creo.
Pero pase lo que pase, no quiero volver a estar solo. No como aquella vez... Me toca comerme el mundo, sé cuales son mis metas, o más bien mi única meta. Haré más de lo que puedo por lograrlo, que se cumpla o no, creo que no depende de mí a estas alturas. Será duro, ya me hago la idea de todo lo que me espera, pero siempre vendrán imprevistos, tanto para bien como para mal.
Si se quiere se puede, por muy improbable que sea... Es cuestión de encontrar tu lugar.
Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los
asistentes a su conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre
la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:
¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?.
Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras
hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:
¿Está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la
mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó.
Las piedrecillas penetraron por los espacios que debajan las piedras grandes. El
experto sonrió con ironía y repitió:
¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien!. Y puso en la
mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba
en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. ¿Está lleno?
preguntó de nuevo.
¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un
litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué
hemos demostrado?, preguntó.
Un alumno respondió: Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo
intentas,siempre puedes hacer que quepan más cosas. ¡No!, concluyó el experto:
lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes
primero, nunca podrás colocarlas después.
¿Cuales son las grandes piedras en tu vida?. ¿Tus hijos, tus amigos, tus
sueños, tu salud, la persona amada?.
Recuerda, ponlas primero. El resto encontrará su lugar.
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