No llueve. ¿O llueve y no te has dado cuenta?
Da igual, aunque lloviera no lo sentirías.
Ni siquiera notas como el viento roza tu cara.
Si es que hay viento.
Caminas.
Llegas a un acantilado y ves el mar.
Llegas a ese lugar, el único lugar en el que te puedes encontrar.
Te sientas.
Te sientas.
Estás perdido.
Vives en una jaula en la que tú mismo te pones tus propios barrotes.
Te ahogas, pero eres tú el que te aprisionas contra el fondo a ti mismo.
Cansa ya.
Eres tú el que te sube a lo más alto de esta montaña rusa para luego dejarte caer.
Es un camino que siempre acaba hacia abajo.
No quieres a estas alturas que te cuenten cuentos.
''Sufrir es un lujo'', dijeron.
Como si tú pudieras poner el punto y final a esta situación.
No le ves el principio, ni ves el final.
Está ahí, contigo, en cada paso mal dado, en cada mirada atrás.
Y no te puedes sentir solo en el acantilado.
Sabes perfectamente que hay una puta sombra que te acompaña, y no se va.
Estás roto.
Pero no roto porque sientes que algo va mal.
Roto porque no sabes como cambiarlo.
Porque un día lo tenías todo y al siguiente te despertaste sin nada.
Porque estás cansado de ser el segundo siempre.
Porque ves como el tiempo ha cambiado a todos, menos a ti.
Es entonces te sientes el perfecto cero a la izquierda del mundo.
Lo peor es que tú no puedes prescindir de ti mismo.
No. Tú estarás para siempre en tu propia vida.
Deberás quererte.
Deberás cuidarte.
Deberás aceptarte.
Todo porque nadie va a estar más tiempo contigo en tu historia.
Aunque te hundas a ti mismo, aunque te saques a flote.
Dependes de ti.
Te levantas y caminas.
Y por cada paso que te va alejando del acantilado, sientes que te vas perdiendo otra vez.
O no.
Quizás la única manera de encontrarte sea perdiéndote de nuevo...
Cansa ya.
Eres tú el que te sube a lo más alto de esta montaña rusa para luego dejarte caer.
Es un camino que siempre acaba hacia abajo.
No quieres a estas alturas que te cuenten cuentos.
''Sufrir es un lujo'', dijeron.
Como si tú pudieras poner el punto y final a esta situación.
No le ves el principio, ni ves el final.
Está ahí, contigo, en cada paso mal dado, en cada mirada atrás.
Y no te puedes sentir solo en el acantilado.
Sabes perfectamente que hay una puta sombra que te acompaña, y no se va.
Estás roto.
Pero no roto porque sientes que algo va mal.
Roto porque no sabes como cambiarlo.
Porque un día lo tenías todo y al siguiente te despertaste sin nada.
Porque estás cansado de ser el segundo siempre.
Porque ves como el tiempo ha cambiado a todos, menos a ti.
Es entonces te sientes el perfecto cero a la izquierda del mundo.
Lo peor es que tú no puedes prescindir de ti mismo.
No. Tú estarás para siempre en tu propia vida.
Deberás quererte.
Deberás cuidarte.
Deberás aceptarte.
Todo porque nadie va a estar más tiempo contigo en tu historia.
Aunque te hundas a ti mismo, aunque te saques a flote.
Dependes de ti.
Te levantas y caminas.
Y por cada paso que te va alejando del acantilado, sientes que te vas perdiendo otra vez.
O no.
Quizás la única manera de encontrarte sea perdiéndote de nuevo...
Ojalá que me la encuentre ya entre tantas flores.
Ojalá que se llame amapola, que me coja la mano y me diga que sola...
No comprende la vida, no.
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