El tiempo sigue pasando, y con él, sigo aprendiendo. Aprendiendo que se puede estar solo rodeado de muchas personas, y acompañado sin necesidad de tener a alguien a mi lado. Que lo que un día empieza debe acabar, y también que aquello que acaba sirve para que algo nuevo empiece. Que un gesto, un simple apretón de manos, dice más que cualquier palabra. Que son muchas personas las que prometen, pero pocas tienen lo que hay que tener para cumplir. Que detrás de una sonrisa pueden estar escondidas mil lágrimas, y que tras mil lágrimas puede aparecer esa sonrisa que te quita el sueño. Que todo el mundo necesita a alguien que le tranquilice y le diga que todo irá bien a pesar de todo, incluso yo. Que todo esfuerzo tiene su recompensa si se intenta hasta el final. Que cualquier persona pierde el control si tocan su punto débil, y que los sucesos más duros son aquellos a los que no les encontramos explicación. Que o pisas o te pisan y que la solución a los problemas nunca será esconderse. Que el único que aguanta en mi vida desde siempre conmigo he sido yo, que la única manera de saber que estoy equivocado es equivocándome una vez más. Y que, al fin y al cabo, nadie se muere por nadie.
Es como un jarrón cuando se rompe, puedes volver a juntar sus trozos, pero ya no va a volver a ser el mismo porque está roto. Será que la frase de la que he aprendido mejor el significado es un ‘’que te importe quien te aporte’’. O será que me cansé de echar de menos a quien no supo echarle cojones.
El mejor de los pecados el haberte conocido.
XXIX.
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