viernes, 5 de octubre de 2012

Somos dos y es solo una

En esta entrada voy a intentar explicar una frase que digo mucho últimamente: tienes algo que vale más que todo el oro del mundo.
Imagina. 
Es verano y estás en la popa de un barco. Hace un día perfecto, te pones a descansar porque el Sol brilla y el calor no te agobia porque el mar te trae una brisa refrescante. ¿Se puede estar mejor?
Miras al frente y puedes observar la costa de lugares que ni en sueños creías que ibas a poder llegar. Cierras los ojos, pones música aunque podrías escuchar el sonido de las gaviotas que pasan por el lado del barco.
Y entonces piensas en historias tan absurdas como lo que está haciendo una princesa sin reino ni corona, en lugares quizá más cercanos pero que parecen inalcanzables, en posibilidades, en ganas de hablar con alguien, en cosas que son, cosas que fueron y cosas que serán...
¿Estás embrujado? Puede ser, piensas en algo que no tienes y sin embargo, te sale una sonrisa de tonto con la que te haces la idea de que te estás volviendo loco. Pero te encanta esa idea.
El barco se mueve, el tiempo no para, pero estás tan a gusto que no quieres que nada cambie en ese instante. Solo le añadirías una persona para compartirlo y sería perfecto, pero... ¿no es increíble haber sentido eso tan lejos? Claro que sí, eso te basta.
Días después llegas a otro lugar increíble, de pequeño soñabas con él. Y ahí estás, lo ves pero no lo crees. ¿Qué, te falta algo? No, te falta alguien. Lo flipas: eso te basta
Viajas, viajas y viajas hasta que llegas a la tierra que antes te parecía inalcanzable. Estás ahí. ¿En serio crees que existen los imposibles?
Podría seguir, pero el infinito no sirve para explicar las cosas.
Pero se resume en que el vacío, ese que normalmente duele, si lo llena alguien especial te consigue sacar una sonrisa...
Que lo midan en kiómetros o en millas. Yo lo mido en ganas de cumplir un sueño.
No es lo mismo querer que poder, ni tampoco hacer un plan con tener un objetivo.
Tampoco creo que aceptar la realidad sea rendirse, ni que sufrir sea siempre sin recompensa.
El mundo puede decir sus normas, pero yo sigo las mías.
No soy perfecto. No destaco exactamente en el saber hacer mis asuntos bien.
No quiero serlo. Al menos sirvo para encarar a las cosas.
El cuerpo y el alma cambian, pero lo esencial sigue intacto...
Por eso, la clave es la paciencia.
Sí, el tiempo pasa, pero al menos se pasará más corto si llenas ese vacío que dije antes. 
Lo malo de las canciones es que siempre te recuerdan a alguien...

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