- ¿Cuándo dirás la verdad?
+ Nunca.
- ¿Estás seguro de que eso es lo mejor?
+ No tengo ni la más ligera idea...
- Entonces... ¿por qué lo haces así, si no has probado lo otro?
+ Porque desde chico me han enseñado que tengo que mentirme para ser feliz. La navidad, los dibujos animados, todo es mentira. Y no todo es posible.
- ¿De verdad ves todo así? ¿Soy yo una mentira o una persona?
+ Dirán de tí que eres una mentira, pero en realidad tu vida está llena de mentiras. Es más, tú misma puedes parecerme algo que no eres, por lo tanto...
- ¿Cómo puedes ser así?
+ No sé. ¿Cómo puedes seguir tú a mi lado?
- Porque no hay ninguna mentira que me impida decir y sentir verdades como puños. Verdades como que antes no te veía de esta manera, y la verdad, me da igual verte cambiar porque sé que en el fondo eres la misma persona. Tengo la esperanza, si se puede llamar así, de que vuelvas a ser el mismo.
+ Ya...
- ¿Y así lo dejas todo? ¿Esa es tu salida para todo?
+ ...
- Vale. Los ''te quiero'' se demuestran. Adiós.
Días después:
+ Lo siento.
- Ya es tarde.
+ He sido un imbécil.
- Lo sé.
+ Perdóname.
- Aunque lo intente no puedo.
+ ...
- Eso es lo único que sabes decir.
+ Puedo cambiar...
- No, porque ese eras tú en verdad. No hay más que hablar hasta que aprendas a valorar lo que tienes...
Así puede acabar una historia por un día malo, por un martes 13 que puede caer en cualquier día de la semana. Pónte de malas formas, ya verás como el tiempo te acaba diciendo que eres un imbécil. Reacciona mientras puedas, despiértala como se merece, porque no tendrá reino pero es tu princesa. Si no, ya será tarde para arrepentimientos, no podrás rectificar.
Y colorín colorado, este cuento (por tu culpa) se ha acabado.
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